LA TARANTA EN LINARES (JAÉN):
UN CANTE MINERO ENTRONCADO EN LA CULTURA POPULAR Luis Torres
Urb. Ronda en el Mar 8, 29680 Estepona (Málaga) luistorreshdez@yahoo.es
RESUMEN El presente trabajo trata de uno de los cantes mineros, la taranta, en Linares (Jaén). Este cante popular fué llevado a las minas de plomo de dicha localidad por los mineros de Almería y Murcia, lugares en donde tuvo su origen,que acudieron a trabajar a Linares durante el boom de la minería del plomo de finales del siglo XIX. Este cante pronto fué aceptado por la sociedad linarense y, desde entonces, ha formado parte de la vida y de las diversiones de las más distintas clases sociales de la ciudad. Aunque la temática de las tarantas inicialmente fué la minera,pronto se extendió a otras actividades comunes debido a su general implantación.
INTRODUCCIÓN Las minas de Linares y, en especial la de Arrayanes (Mina del Romero), son conocidas y explotadas desde la más remota antigüedad. Fenicios, cartagineses y romanos, emplazados en el riquísimo asentamiento de Cástulo (Fig. 1), laborean la plata que preña en abundancia las entrañas del sur de Sierra Morena. Orisson, su rey hacia 228 a.C. y vencedor de Amilcar Barca, gobierna una amplia extensión de la Oretania. Por ello, Aníbal se casa con una de las princesas castulenses, de nombre Himilce, recibiendo como dote la riquísima mina de Baebelo, ubicada en el mismo Linares “ciudad de Hispania muy fuerte y famosa”, “centro de comunicaciones de las vías de Córdoba a Cartagena" y “campamento de legiones”, como años después la describe Plinio el Viejo.
Durante la romanización, Linares es un verdadero emporio de riqueza, hasta su declive en el Bajo Imperio, momento en que queda abandonada y olvidada y el hinojo silvestre y el jaramago arraigan entre sus nobles piedras, palacios, sillares del circo, templos, alfares y hornos en los que se cocieran decorados cuencos con figurillas que, tanto por sus gestos como sus atuendos, arrastran la imaginación hasta el punto de considerarlas las bailaoras de hace dos milenios.
En los siglos posteriores la minería linarense queda marginada casi totalmente, siendo la economía local esencialmente agrícola y ganadera. En 1650 la Corona autoriza a Diego Felipe de Cuadros para explotar el cobre y la plata y beneficiarlos durante 40 años en una fábrica de nueva construcción con la condición de que, concluidos dichos años, quedase la planta en propiedad del Estado.
Finalizado el contrato, las minas se siguen arrendando a sociedades que, más que laborearlas, las saquean e inundan, llegándose de esta forma hasta su segunda época de esplendor a partir del año 1750. Entre este año y 1784 se extraen más de un millón y medio de quintales castellanos de metal, pasando a ser Linares el eje de la economía provincial. En menos de tres lustros, la ciudad experimenta una gran expansión demográfica e industrial que tiene continuidad, de la mano de la minería, hasta bien entrado el siglo XX.
A finales del siglo XIX un último estallido industrial genera que en solo catorce años se sextuplique la población linarense. El gran boom del plomo en la cuenca minera de Linares la convierte en la primera potencia mundial en la extracción de galena (plomo/plata) y cobre, proliferando la presencia de mineros que, en su mayoría, provienen de Levante (Cartagena, La Unión, Almería y Granada), de otras cuencas mineras de España (Asturias, León, País Vasco, etc.), y de diversos lugares europeos como Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica y Escocia. Este esplendor dura hasta que los locos años 20 marcan el inicio del declive de la minería, notable a partir del año 1930. Tras el esplendor, la guerra europea y la bancarrota.
LA TARANTA EN LINARES La llegada de tan numerosa población alóctona, sobre todo levantina, trae a Linares sus costumbres y forma de vida y, entre ellas, el cante minero y, dentro de él, la taranta.
La taranta, palo del cante jondo, es junto con la seguiriya, el fandango y la alboreá el flamenco que sale del alma, con desgarro. La taranta es el palo principal del cante de las minas; tiene su origen hacia 1880 y parece derivar del fandango almeriense trasladado a las regiones mineras murcianas. En este proceso es decisiva la intervención de Antonio Grau Mora (Rojo el Alpargatero, 1847-1906; Fig. 2), que dota de estructura flamenca a la mezcla ya formada entre fandangos almerienses y murcianos. Este empresario de la alpargata y artista abrió varias tabernas, posadas y cafés cantantes en Cartagena y La Unión, siendo tenido por algunos autores como el verdadero creador del cante de las minas. Parece ser que Rojo El Alpargatero gustaba de ponerse, de madrugada, en la ventana a presenciar la marcha hacia las minas de los mineros, quienes acudían cantando la "madrugá". Todas estas horas de escucha, y el impulso creador que llevaba dentro de sí, fueron los materiales que le sirvieron para engrandecer los cantes mineros.
La taranta es un cante esencialmente levantino que no presenta, en cuanto a sus formas, ninguna analogía con los cantes flamencos propios. Los versos son libres y sin medida y funcionan como patrón musical de los cantes de las minas. Las letras de las tarantas son descriptivas, y se inspiran en aspectos diversos de la existencia humana; con frecuencia, denuncian las injusticias sociales y se transforman en mensajes revolucionarios. Así ocurre por el año 1898 en Linares, cuando las letras de estas coplas delatan los abusos laborales y contribuyen a un pujantísimo movimiento obrero que, en 1900, celebra la primera manifestación del 1 de mayo, dándose pacífica cita reivindicativa y festiva.
El minero canta la taranta con alegría y ronca voz mientras arranca el mineral en lo hondo de la mina, o cuando con sus compañeros de tajo, al finalizar la jornada, se reúnen en tabernas, tascas y aguaduchos junto a una botella de vino. Junto a éstos, los cafés cantantes (Fig. 3) son locales en los que el cante es la atracción principal y, de ahí que actúen como lugares de encuentro de mineros, tartaneros, tratantes y carreteros, constituyendo la plataforma desde la que el cante minero irradia a otras regiones. De esta forma, no sólo la taranta, el estilo de mayor entidad, sino también su derivado el taranto, la cartagenera o fandango de Cartagena, la minera, la murciana, la levantica y el fandango minero alcanzan en esta época su mayor reconocimiento. Uno de estos café cantantes, el de La Amistad, es especialmente famoso por los escándalos que ocurren en él a todas las horas del día y de la noche desde que lo visitan "las viejas ricas y las francesas", como denuncia El Eco Minero de 29 de mayo de 1887. La presencia de los mineros en estos lugares es habitual, hecho recogido por esta minera:
Grandes voces se sentían
en el silencio de la noche;
eran los bravos mineros,
que alegres se divertían
malgastando sus dineros.
. 1 Para Blas (2000), los Cantos de Levante son un gran grupo de cantes flamencos que comprenden conjuntamente los estilos propios de esta zona geográfica española, entendiendo como tal a las provincias de Granada, Málaga, Jaén, Almería y Murcia. A su vez, dentro de ellos, existe un grupo denominado Cantes de las Minas, debido a su vinculación con poblaciones o zonas mineras en las que tuvo lugar el nacimiento y desarrollo primitivo de estos cantes, antes de que pasaran a dominio de artistas profesionales.
En sus letras se refleja el ambiente y la problemática de los mineros. Los cantes mineros más representativos corresponden a las provincias de Almería (fandangos, taranta, taranto), Jaén (tarantas) y Murcia (cartageneras, tarantas, mineras,fandango minero, levantica y murciana).
La popularización de las coplas trae como consecuencia que, a partir de este momento, sean el modo por lo que los linarenses expresan el pulso de la ciudad, su acontecer diario, y sus opiniones sobre los temas más diversos.
La terrible explosión demográfica de Linares de finales del siglo XIX produce no pocos barrios marginales donde los mineros fijan sus lugares de residencia.
Emplazados en su mayoría cercanos a los pozos y a ambos lados de los caminos que conducen a ellos, se constituyen en guetos en los que el hacinamiento humano, la insalubridad, la anemia y la falta de higiene son características comunes.
La ciudad está abierta a la llegada de nuevas gentes, que son aceptadas como linarenses y pronto se sienten enraizadas en la ciudad, como dice la copla: Aquel que llega a Linares
y bebe agua del Pisar,
olvida a sus familiares
y a su tierra no va más.
Frente a la contundencia de los datos que demuestran la precariedad de las vías de comunicación de la época, lo cierto es que existen pues conducen sin cesar hacia Linares a los emigrantes de diversos lugares del Estado y del extranjero. En este sentido, son numerosas las letras flamencas que relacionan las ciudades mineras de Linares y Cartagena, entre las que el tránsito de personas y mercancías está bien establecido desde la antigüedad, como señala la siguiente rima: Me cogieron los civiles
robando en Sierra Morena,
los jueces me condenaron
y me trajeron andando
al penal de Cartagena. Y también ésta de total significación minera: De Cartagena a Linares
van cantando los mineros.
Unos, por los olivares;
Otros, por los limoneros.
En ésta época Linares es una ciudad embriagada, pujante y orgullosa, como recoge la siguiente copla: Linares ya no es Linares
que es un segundo Madrid.
¿Quién no ha visto por Linares
pasar el ferrocarril
por medio los olivares.
En lo que respecta a los mineros, las tarantas y otros palos expresan su carácter, creencias, forma de vida y opiniones. El minero de la época es de una enorme bravuconería y chulería; los disparos y puñaladas están a la orden del día pues resulta fácil adquirir pistola, faca o navaja cabritera, como lo confirman los dichos que aún subsisten como seña de identidad de los linarenses: “Soy de Linares y pincho”, o “De Linares, donde tres huevos son dos pares”.
Había un manifiesto desprecio por la vida propia, cuanto más por la ajena, como viene a decir, esta taranta: ¿Para qué usa usted la navaja?
Pregunté a un sepulturero
y él me contestó muy grave:
pá poner paz entre los muertos.
Y esta segunda, promovida por una riña en el camino de la mina del Romero: Para, carretero, para,
siquiera por caridad;
que en la mina del Romero
acaban de asesinar
al hermano que más quiero.
La taranta clásica contiene continuas muestras de desafíos y muertes entre mineros, de la que puede ser exponente esta otra, de tanta belleza y lacerado sentir: Aperaor de la lavá
échese usted al vaciaero
que viene Venancio Parra
y batirme con él quiero.
También se denuncia el peligro del trabajo (Figs. 4, 5, 6 y 7) y se proclama el valor del minero, como bien dice la linarense Rubia de las Perlas en una característica taranta de caudaloso verso:
De qué le sirve al minero
el talento y el sentío,
si allá en el fondo de la mina
parte la piedra blanda y dura
y, sin temerle al peligro,
labra su sepultura.
O se pondera la habilidad de los mineros para cantar las tarantas, como en ésta tan conocida, que se supone salió, por su ambiente festero y flamenquísimo, de la cantina La Marrana, en el camino del Romero: Las tarantas de Linares
nadie las sabe cantar,
que las cantan los mineros
cuando van a trabajar
a la mina del Romero.
Sea en las tascas, aguaduchos, cantinas, cafés cantantes o en cualquier otro reducto capaz de cobijar al hombre, el caso es que el cante flamenco forma parte de la vida y de las diversiones linarenses de las mas distintas clases sociales, pudiendo afirmarse con certeza que, este arte, es un producto cultural aceptado por la globalidad del pueblo de Linares en los arranques del último tercio del siglo XIX, algo casi insólito en la propia Andalucía Baja.
Signo del arraigo del cante popular es que la ciudad cuenta en los años de esplendor con dos constructores de guitarras, algo que no sucede en numerosas poblaciones consagradas como santuarios del cante jondo. Así Juan Sánchez Jiménez, malagueño de Coín, se establece en 1860, en la calle Corredera y en los bajos de la casa en la que luego nacería el magistral Andrés Segovia.
De esta soberana afición minera, lo que resulta de mayor interés es su veta artística; un rico filón de hombres, payos y gitanos, nacidos en Linares que triunfan en Madrid y otros epicentros flamencos, como Basilio, genial intérprete y uno de los históricos pioneros del cante por tarantas, quien metiese por estos cantes a Escacena, José Yllanda (solearero de postín y estilo propio), o Enrique el Jorobao, inmenso bailaor, todos los cuales vienen a beber las músicas mineras, la taranta enraizada en la médula del ser linarense. Otro sobresaliente cantaor es Joaquín Vargas Soto, el Cojo de Málaga(Fig.8),uno de los grandes taranteros, iniciado artísticamente en Linares de la mano de sus mentores El Grillo y El Sordo, y que hoy interpreta magistralmente Naranjito de Triana, que cantó en Madrid en 1979:
Me tiene a mí sin cuidao
que me critique la gente;
Yo hago lo que me parece,
que cada uno por su lao
y que Dios reparta suerte.
Y como al Cojo de Málaga, hay que relacionar con Linares y sus cantes a dos grandísimos maestros de todos los tiempos, el gran Silberio y Manuel Torre.
En el siglo XX Linares aporta una serie de famosos cantaores como Personita, La Niña de Linares, Rubia de las Perlas, Andrés Heredia o Juan Soler. En lo que respecta a la taranta, Linares continua siendo fuente viva, llama inextinguible de la pureza tarantera en las gargantas de El Cabrerillo, Frutos, El Tonto de Linares, El Poyo, El Vagonero, El Niño de Marchena, Juan Valderrama, Rafael Romero “El Gallina”, Canalejas de Puerto Real, Enrique Orozco, Alfonso Chozas, Pepe Palanca, el Niño Barbate, Pepe el Culata, Curro de Utrera, José la Luz, Luquitas de Marchena, Simon Serrano, El Arriero, y un larguísimo etcétera.
En los años de la crisis de la guerra civil española (1936-1939), la recia taranta que hasta ese momento rebotara de esquina en esquina altiva y desafiante, se esconde en domicilios de mala nota, pero de honda flamenquería.
Desde el año 1.963, con la intención de rehabilitar la taranta, se celebra en Linares el Concurso Nacional de Tarantas (Fig. 9), en honor del productor minero, intérprete tradicional de este estilo especial de cante flamenco, considerado como una de las canciones más difíciles de interpretar. El primer concurso fue ganado por Canalejas de Puerto Real y José Mendoza Cabrerizo. Cantaores de Linares que han ganado el concurso en numerosas ocasiones son Coronel, Antonio Moreno, Manolo Romero, Manolo Linares, Joselete y la gran Carmen Linares, de la que son estas tarantas:
Fíjate lo que me pasa:
Esperando estoy que llegue
tu calle, que no se mueve,
a la puerta de mi casa.
Otra: Pá cantar bien por taranta
tres cosas son menester:
Una mina en la garganta,
que a uno le mine el querer
y ser minero el que canta.
Y: Vive juntito a la mina
la patrona de Linares;
Quien a la mina camina,
al pasar por sus umbrales,
se detiene y se persigna.
Linares ofrece en los momentos presentes, como lo ha hecho a lo largo de su ininterrumpida y centenaria historia flamenca, un ramillete de artistas del toque y baile que no tiene envidia al de ningún otro lugar andaluz por su hondura y pureza; también, su nómina cantaora, antes como ahora, es extensa y entre ella ocupan un lugar de privilegio en el panorama nacional, los maestros Gabriel Moreno y Carmen Linares. El futuro,por tanto, está asegurado; confiemos. No se asuste usted, señora,
que es un minero el que canta;
del humo de los barrenos
tengo rota la garganta.
Y otra: Para cantar por tarantas
hay que nacer en Linares
y escuchar como las cantan
los mineros cuando salen.
CONCLUSIONES La llegada del cante minero a Linares de la mano de mineros almerienses y murcianos tuvo lugar cuando comenzó el esplendor de la minería del plomo a finales del siglo XIX. De estos cantes, la taranta es el palo principal y el que más implantación ha tenido en la sociedad linarense, pudiendo afirmarse que es un producto cultural aceptado por la globalidad del pueblo que forma parte de la vida y de las diversiones de las más distintas clases sociales desde dicha época.
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Descripción: Taranta de Linares interpretada por la cantaora Alicia Morales y Jorge El Fresquito